Me resulta difícil comprender la unaminidad crítica que ha despertado la ampliación del Museo del Prado realizada por Rafael Moneo, uno de los mejores arquitectos españoles contemporáneos. Al menos en la crítica publicada, porque hablando con otros arquitectos, alguno de ellos de reconocido prestigio, tal unanimidad se ve desmentida.
Sería justo precisar que el resultado final no hace sino confirmar el grave error de planteamiento del que parte la ampliación. Después del éxito de la ampliación del Louvre, coronada por la famosa pirámide, se pretende realizar una operación similar con una de las mejores pinacotecas del mundo, al menos, desde mi punto de vista, de la que posee la mejor muestra de pintura barroca, además de contar con varias de las principales obras de Velázquez, lo que ya de por sí justificaría el prestigio del museo.
Pero donde en París todo eran facilidades a priori, por el enorme espacio disponible, en Madrid las limitaciones eran numerosas.
En París se contaba con un palacio gigantesco con grandes espacios libres en su interior, en el Prado sólo se contaba con un edificio lineal, que originalmente se encontraba empotrado en el terreno , y que cuenta con un entorno muy consolidado de viviendas y edificios públicos. La topografía tampoco ayudaba, ya que una posibilidad, que hubiera sido conectar el edificio de Villanueva con el Casón del Buen Retiro y con el Museo del Ejército, se veía dificultada por el gran desnivel existente entre los edificios.
Se convocó un concurso internacional, con grandes limitaciones en las bases, lo que provocó que muchos arquitectos importantes renunciaran a participar en él.
Se premió la propuesta de Beatriz Matos Y Alberto Martínez Castillo, y se eligieron diez finalistas, entre los que estaba Rafael Moneo, con una solución radicalmente distinta de la construida.
Debido a la escasa obra construida del equipo ganador, y a que empezaba a acunarse en concepto de arquitecto estrella, se encomendó la ampliación a Rafael Moneo, el arquitecto español de mayor prestigio, con una amplia experiencia en la realización de museos de alta calidad y con una trayectoria brillante. El consenso parecía augurar una gran solución, o al menos la más adecuada a la joya de la arquitectura neoclásica que es el edificio de Villanueva.
Pronto empezó la polémica, porque las asociaciones de vecinos de la zona empezaron a exponer su rechazo a la solución definitiva, que incluía en la ampliación el claustro de los Jerónimos. En aquél entonces el claustro era una ruina abandonada de la mano de Dios, nunca mejor dicho, y no se podía apreciar el valor del mismo. Estas asociaciones de vecinos gozarón además de eco mediático en la prensa más conservadora, encabezados por el infame Alfonso Ussía, vecino del barrio, que lo que veían en peligro realmente era la tranquilidad de la que gozaban en uno de los mejores barrios de Madrid. Se llegó a decir que se iba a destruir el claustro, que se iba a eliminar, cuando la realidad ha sido que uno de los mayores aciertos de la ampliación ha sido precisamente poner en valor esa arquitectura.
La respuesta de Moneo a la polémica fue decepcionante. No fue capaz de aportar un soporte gráfico atractivo a su propuesta, limitándose a presentar insulsos dibujos y maquetas blancas y frías, cuando en anteriores proyectos había presentado planos trabajadísimos en el grafismo y brillantes maquetas. Las malas lenguas dicen que la salida de Emilio Tuñon y Luis Moreno García Mansilla del estudio de Don Rafael hizo que el nivel de excelencia que tenía el estudio cayera notablemente. Algo de esto sería verdad, ya que Tuñon y Mansilla han demostrado que vender proyectos es lo suyo, con propuestas gráficas muy elaboradas, más cerca del diseño gráfico que del dibujo técnico.
Tampoco fue capaz de exponer públicamente las virtudes del proyecto, pese a que siempre gozó de todo el apoyo institucional y de todos los partidos políticos.
Continuará
viernes, febrero 01, 2008
Moneo - Museo del Prado - Precedentes.
Publicado por David en 9:55 a. m.
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