Adaptar lo inadaptable.
LOURDES GÓMEZ - EL PAIS - 23/03/2007Michael Winterbottom es el maestro malabarista del cine británico. Cumple 46 años el próximo día 29 como el realizador más fructífero e internacional de su generación. Con su productora Revolution Films, genera una o dos películas al año desde su entrada en el sector, con Butterfly kiss, premiada en Valladolid en 1995. Desde entonces ha dirigido 13 filmes, incluidos dos joyas recientes de corte político, Camino a Guantánamo y En este mundo. Hoy estrena en España la comedia A cock and bull story, inspirada en Tristram Shandy, la genial novela de Laurence Sterne, del siglo XVIII, que se creía "inadaptable".
"Las películas, en general, son muy conservadoras en su forma y estructura"
"La discreción es mi mejor baza. Odio ponerme delante de la cámara"
Winterbottom siempre tiene entre manos tres o cuatro proyectos. Esta jornada de marzo no es la excepción. Frente a un monitor, en su oficina londinense, está montando A mighty heart, sobre el asesinato en Pakistán del corresponsal del Wall Street Journal Danny Pearl. El filme se basa en la reconstrucción de los hechos publicada por su viuda, Marianne, que interpreta Angelina Jolie. El realizador también supervisa detalles del inminente rodaje de Genova, que le llevará a Italia con Colin Firth de protagonista. Y entretanto mira hacia el futuro, a 2008, cuando espera completar una trilogía con el actor Steve Coogan. El humorista inglés desempeña un triple papel en Tristram Shandy y es el narrador de 24 hour party people, la frenética exploración de Winterbottom sobre la locura musical del Manchester de la década de los ochenta del siglo pasado.
"Queremos hacer una comedia sobre la tortura", adelanta sin obviar la osadía de su objetivo. Cuenta ya con las líneas maestras del guión, basado en Murder in Samarkand, la biografía de Craig Murray, el embajador británico en Uzbekistán que perdió su cargo y carrera diplomática al denunciar la connivencia del Gobierno de Tony Blair en casos de tortura con sospechosos de terrorismo. "Hay una conexión entre estas tres películas, al margen de Steve. La estructura, la forma y el tono de la narrativa son similares. También el entusiasmo febril de los personajes, su pasión por las ideas y un sentido del humor que aligera su pomposidad", explica.
Como personaje, Tristram Shandy ha entrado en el vocabulario popular inglés para describir a la gente de desbordante imaginación e ideas absurdas. También se tenía como inadaptable al cine. Winterbottom resuelve el problema haciendo un filme sobre un filme, es decir, sobre un grupo de cineastas que intenta sacar adelante la adaptación de la novela. "El libro no se ajusta al concepto tradicional de narrativa. Se dispersa en múltiples direcciones, sin seguir una línea recta, e intercalando pasajes conectados muy tangencialmente con la historia central. Es uno de los aspectos que más me atrajo del proyecto. Las películas, en general, son increíblemente conservadoras en cuanto a estructura y forma. Aquí evito deliberadamente caer en la estructura lineal, como también lo hice en 24 hour party people y quiero incidir de nuevo en Murder in Samarkand", explica el realizador.
Winterbottom aprovecha los meandros y disparidades de la novela para ceder tres papeles al actor protagonista, quien interpreta a Tristram Shandy y a su padre Walter Shandy, además de ser, simplemente, Steve Coogan. Al relacionarse con su rival en la pantalla, el también humorista Robert Brydon, y con el equipo del rodaje ficticio, afloran la guerra de egos, las vanidades, obsesiones, infidelidades e inseguridades de los grandes y pequeños artistas. "Espero que la audiencia no se lo tome excesivamente a parodia. El mundo del cine es así. No hemos exagerado mucho y, si acaso, hemos rebajado el tono de la realidad. Steve parece increíblemente vanidoso en sus obsesiones, pero son defectos que todos reconocemos en nosotros mismos. Él y Rob interpretan versiones de sí mismos, un poco exageradas quizá, pero muy próximas a la realidad", admite.
Winterbottom, en cambio, desaprovechó la oportunidad de interpretarse en su propia película. También oculta bajo un seudónimo, Martin Hardy, su contribución al guión. "Decidí que la discreción era mi mejor baza", sonríe, "Odio ponerme delante de la cámara. Es mi idea de infierno".
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