viernes, febrero 22, 2008

Velázquez en el Prado

El otro día aproveché la última oportunidad de ver una exposición maravillosa en el Museo del Prado, Las Fábulas de Velázquez. Tuve la suerte de ver en Madrid La Venus del Espejo, que curiosamente ya estaba en el Prado cuando visité la National Gallery de Londres, que es donde se encuentra habitualmente.
Pero como siempre que voy al Prado, hice una rápida incursión para ver Las meninas y estas dos maravillas, dos vistas de la Villa Médicis que realizó Velázquez en su segundo viaje a Italia.

Normalmente se hace referencia a que el pintor se adelantó dos siglos a los impresionistas en su aproximación a la representación de un paisaje.

























Pero lo
que me llama más la atención de estos cuadros, y es algo que se repite en Velázquez, es la escena mitólogica que representan de una manera muy sutil.

En estos cuadros se está narrando la historia de Ariadna y Teseo y el Laberinto del Minotauro.
En el primero se ve la entrada al laberinto, con Ariadna tendiéndole a Teseo el ovillo de hilo para poder salir después de encontrarse con el minotauro. .
En el segundo se ve la escultura Ariadna dormida, que refleja el abandono que sufrió esta por parte de Teseo, que tras desembarcar en Naxos decidió partir de nuevo sin ella rumbo a Atenas.
Como casi todo en Velázquez, todo es muy sutil, pero dota de una hondura a sus composiciones que no creo que muchos artistas hayan igualado. Mientras el primer cuadro tiene luz diurna, este segundo tiene luz vespertina, lo que indica que ha transcurrido el tiempo entre ambos.
Estas interpretaciones se las debo a uno de los mejores profesores que tuve durante la carrera, el catedrático de Historia del Arte Antonio Ruiz, que conseguía que sus clases fueran tan entretenidas como cualquier buena serie de televisión, porque siempre te quedabas con ganas de más.
En este enlace está una visión de Pedro Laín Entralgo sobre estos cuadros.

lunes, febrero 18, 2008

¿Qué significa enseñar Cultura?

En relación con la entrada de Amador sobre lo que suponía que la gente tuviera acceso a la cultura, aquí un artículo de Sol Gallego-Díaz.

PALABRA DE MUJER

Debates de verdad

SOLEDAD GALLEGO-DÍAZ 17/02/2008

Los ingleses tienen a veces ideas raras y excéntricas. A veces, de puro excéntricas son formidables. La última procede del departamento de la Infancia, Escuela y Familia del gobierno, que ha incluido en su nuevo, y debatido, Plan para la Infancia una curiosa novedad: "Cada niño tendrá acceso como mínimo a cinco horas de cultura de alta calidad a la semana". El anuncio lo hicieron esta misma semana, conjuntamente, los secretarios de Estado de ese departamento y de Cultura, y, por lo que se ve, le ha caído bien a los ingleses en general.

¿De qué se trata cuando se habla de "alta cultura"? Por lo que se ve, de lograr que todos los niños ingleses vayan a ver los mejores y más selectos espectáculos de teatro, danza, exposiciones, conciertos y recitales que se desarrollen en su entorno. "Especialmente se pondrá atención en que asistan a esas actividades culturales los niños que seguramente no tendrían acceso a ellas de otra manera", recogió un servicio informativo de la BBC.

El programa contempla destinar fondos extra a las escuelas financiadas con dinero público no sólo para comprar esas entradas o para pagar el transporte, sino también para que los niños creen sus propios espectáculos teatrales, facilidades para que aprendan a pintar o a tocar de forma no profesional algún instrumento musical y para que visiten los lugares históricos más importantes del país. "Daremos a muchos más niños la oportunidad de aprender a actuar, a cantar en coros o individualmente, o a hacer cine, e intentaremos que los que demuestren aptitudes especiales puedan tener la posibilidad de desarrollarlas más", aseguraron sus promotores.

La cultura, dicen los responsables de la infancia y la escuela inglesas, enriquecerá sus vidas y les dará la oportunidad de desarrollar un espíritu crítico como espectadores y participantes en la vida cultural del país.

La idea es que las autoridades locales, de las que depende la mayoría de esas escuelas, preparen sus propios programas y soliciten la financiación oportuna. Sin duda, como han anunciado rápidamente los responsables de la Asociación Nacional de Directores de Escuelas, se van a producir muchos problemas prácticos. Algunos profesores, explicó uno de esos responsables, creen que sería mejor dedicar un día a leer poesía, escuchar música o tener "experiencias culturales", antes que organizar todo este movimiento con miles de niños; pero parece que el plan se pondrá en marcha, por encima de unos y de otros, y que las cinco horas de "alta cultura" a la semana son innegociables.

Lo que muestran los ingleses detrás de este curioso plan es que entre ellos no tiene éxito la idea de la cultura como tradición, tan querida por estos pagos españoles en general y autonómicos en particular, sino que triunfa el concepto de cultura como lo opuesto a la ignoracia. En el Plan para la Infancia nadie se ha empeñado en que los niños (que como son ingleses proceden de las más variadas familias locales e inmigrantes) aprendan la tradición inglesa (ni la galesa, ni la escocesa). No, ellos quieren que los niños tengan acceso a la cultura sin más. No sufren la aburridísima confusión que padecemos nosotros entre cultura y tradición, y muy probablemente están dispuestos también a admitir que merece la pena ampliar el canon cultural occidental. Seguro que los niños podrán ir, dentro de esas actividades culturales, a ver una selecta representación del Ramayana que les permita conocer la hermosa historia del niño Muni, o que podrán acudir a un espectáculo de baile flamenco si acaso visita su ciudad el Ballet Español. Seguro que la alta cultura incluye disfrutar de la música de Salif Keita y no sólo de la de Henry Purcell, por muy inglés que fuera.

La novedad de la propuesta inglesa no es que parta de la idea de que la cultura es buena para la educación de los niños. No, eso seguro que figura, por ejemplo, en los programas electorales de todos los partidos políticos que se presentan en España a las elecciones del próximo 9 de marzo. No, la novedad es que esa declaración sobre la bondad de la cultura, a la que nosotros somos tan aficionados, se acompaña con una medida concreta, medible y presupuestable: cinco horas a la semana. Cinco, probablemente las mismas que se dedican al estudio de una asignatura concreta. La novedad es que nadie pretende integrar a los niños de procedencia inmigrante obligándoles a respetar las tradiciones inglesas, sino animándoles a compartir el gusto por el espíritu crítico, la belleza o el conocimiento, y asegurándoles que la cultura es un concepto ligado a la ilustración y no al romanticismo.

viernes, febrero 15, 2008

viernes, febrero 08, 2008

Moneo - Museo del Prado - Revista Arquitectura

Para ilustrar los comentarios sobre el Museo del Prado, aquí dejo un artículo sobre el mismo en la revista Arquitectura, que edita el Colegio de Arquitectos de Madrid.
(para verlas mejor, pinchad sobre las imágenes)



Mauro Entrialgo

Una recomendación: el blog de Mauro Entrialgo en Público.
(hay que pinchar sobre la imagen para verla correctamente)

viernes, febrero 01, 2008

Moneo - Museo del Prado - Resultado

El resultado de la ampliación ha sido decepcionante.
La larga duración de las obras por problemas de financiación hizo que se crearan unas enormes expectativas ante la conclusión del edificio.
Gran parte de los problemas económicos se pueden achacar al arquitecto, acostumbrado, como otras grandes figuras de la profesión a ampliar los presupuestos a su antojo (ver el caso de Juan Navarro en el Teatro de Canal) y a realizar modificaciones al proyecto durante la obra, lo que hace que se disparen los costes y que se realicen varias veces algunas partidas, ya que se decide cambiar acabados ya realizados o montar y desmontar andamios para trabajos en altura.
Otras veces se eligen acabados inapropiados para el uso (parte de los suelos del museo ya se encuentran deteriorados) o sistemas constructivos importados de otros países sin asegurarse de aplicar los procedimientos correctos, por lo que se desemboca en soluciones erróneas (en este caso se decidió aplicar un hormigón autocompactante, que al ser empleado de forma errónea hizo que todas las ventajas del sistema quedaran neutralizadas y todas las desventajas salieran a la luz: un material muy caro al que además hubo que aplicarle un tratamiento superficial que lo encareció aún más)
Quitando estos problemas, hay otros de planeamiento del proyecto que hacen que la ampliación sea muy decepcionante.
Es cierto que se han eliminado del edificio principal todos los espacios administrativos y almacenes y talleres (espacios servidores) y se ha dedicado la totalidad del mismo a espacios servidos, es decir, a exposición.
También es cierto que se ha recuperado la entrada de Velázquez, antes reservada a grandes autoridades (aunque esta entrada no era tal en el edificio original de Villanueva: el edificio original eran realmente dos en uno, dos edificios independientes, uno por planta, cada uno con una entrada propia. Posteriormente se modificó esta disposición, pero la entrada de Velázquez no estaba pensada para acceder al edificio, sino al espacio basilical que era también independiente)
Pero lo que es imperdonable es que las salas de la ampliación parezcan pequeñas, que gran parte del edificio de ampliación se dedique a espacios de estudio y dirección, dejando poco espacio para las zonas de exposición. Que estos espacios de exposición no tengan riqueza espacial, excepto el lucernario interior, bajo el cual se expone el maravilloso cuadro "El fusilamiento de Torrijos". Este es otro de los grandes hallazgos del proyecto, pero se hace muy poco.
El empleo de escaleras mecánicas para acceder al claustro restaurado hace muy poco interesante la experiencia del ascenso, y las escaleras secundarias están muy constreñidas, por lo que carecen de interés espacial.
El nuevo vestíbulo vuelve a ser frío y poco atractivo, muy monótono, pese a la interesante fuga visual que orienta hacia el jardín botánico, pero que queda muy interrumpida por los anodinos espacios de la cafetería y tienda. Un espacio de este tipo quedaría justificado si nos permitiera acceder del mismo a un espacio muy rico, el clásico juego de espacio comprimido previo a un espacio de gran altura. Esto no ocurre, así que queda muy deslucido. Desde dentro se aprecia poco el ábside del cuerpo basilical, queda demasiado cerca del mismo para poder contemplarlo.
El exterior del edificio vuelve a ser anodino, muy impersonal, demasiado ecléctico, en el que las puertas de Cristina Iglesias destacan por lo poco adecuado de las mismas, o por lo mal integradas que están.
Se ha hablado mucho de un parterre geométrico que recupera parte del talud original que existía en la zona, pero que realmente aporta muy poco al edificio.
El famoso cubo de Moneo no es tal, y augura unos interesantes juegos de luz que no se ven correspondidos, al menos en el interior expositivo.
Las salas quedan pequeñas y creo que dan pocas posibilidades de versatilidad como salas de exposición temporal.
Pese a todo esto, lo que es realmente imperdonable es que en un mueso moderno, sobre todo en comparación con el citado Louvre, los espacios dedicados a taquillas sean los mismos que anteriormente, como si los responsables del museo midieran el exito de una exposición por el tamaño de las colas que forma la gente antes de comprar la entrada.
Seguro que me dejo cosas en el tintero, pero quería explicar la sensación de desazón que te queda al final de la visita: ¿Dónde están los 152 millones de euros que ha costado la ampliación?

Moneo - Museo del Prado - Precedentes.

Me resulta difícil comprender la unaminidad crítica que ha despertado la ampliación del Museo del Prado realizada por Rafael Moneo, uno de los mejores arquitectos españoles contemporáneos. Al menos en la crítica publicada, porque hablando con otros arquitectos, alguno de ellos de reconocido prestigio, tal unanimidad se ve desmentida.
Sería justo precisar que el resultado final no hace sino confirmar el grave error de planteamiento del que parte la ampliación. Después del éxito de la ampliación del Louvre, coronada por la famosa pirámide, se pretende realizar una operación similar con una de las mejores pinacotecas del mundo, al menos, desde mi punto de vista, de la que posee la mejor muestra de pintura barroca, además de contar con varias de las principales obras de Velázquez, lo que ya de por sí justificaría el prestigio del museo.
Pero donde en París todo eran facilidades a priori, por el enorme espacio disponible, en Madrid las limitaciones eran numerosas.
En París se contaba con un palacio gigantesco con grandes espacios libres en su interior, en el Prado sólo se contaba con un edificio lineal, que originalmente se encontraba empotrado en el terreno , y que cuenta con un entorno muy consolidado de viviendas y edificios públicos. La topografía tampoco ayudaba, ya que una posibilidad, que hubiera sido conectar el edificio de Villanueva con el Casón del Buen Retiro y con el Museo del Ejército, se veía dificultada por el gran desnivel existente entre los edificios.
Se convocó un concurso internacional, con grandes limitaciones en las bases, lo que provocó que muchos arquitectos importantes renunciaran a participar en él.
Se premió la propuesta de Beatriz Matos Y Alberto Martínez Castillo, y se eligieron diez finalistas, entre los que estaba Rafael Moneo, con una solución radicalmente distinta de la construida.
Debido a la escasa obra construida del equipo ganador, y a que empezaba a acunarse en concepto de arquitecto estrella, se encomendó la ampliación a Rafael Moneo, el arquitecto español de mayor prestigio, con una amplia experiencia en la realización de museos de alta calidad y con una trayectoria brillante. El consenso parecía augurar una gran solución, o al menos la más adecuada a la joya de la arquitectura neoclásica que es el edificio de Villanueva.
Pronto empezó la polémica, porque las asociaciones de vecinos de la zona empezaron a exponer su rechazo a la solución definitiva, que incluía en la ampliación el claustro de los Jerónimos. En aquél entonces el claustro era una ruina abandonada de la mano de Dios, nunca mejor dicho, y no se podía apreciar el valor del mismo. Estas asociaciones de vecinos gozarón además de eco mediático en la prensa más conservadora, encabezados por el infame Alfonso Ussía, vecino del barrio, que lo que veían en peligro realmente era la tranquilidad de la que gozaban en uno de los mejores barrios de Madrid. Se llegó a decir que se iba a destruir el claustro, que se iba a eliminar, cuando la realidad ha sido que uno de los mayores aciertos de la ampliación ha sido precisamente poner en valor esa arquitectura.
La respuesta de Moneo a la polémica fue decepcionante. No fue capaz de aportar un soporte gráfico atractivo a su propuesta, limitándose a presentar insulsos dibujos y maquetas blancas y frías, cuando en anteriores proyectos había presentado planos trabajadísimos en el grafismo y brillantes maquetas. Las malas lenguas dicen que la salida de Emilio Tuñon y Luis Moreno García Mansilla del estudio de Don Rafael hizo que el nivel de excelencia que tenía el estudio cayera notablemente. Algo de esto sería verdad, ya que Tuñon y Mansilla han demostrado que vender proyectos es lo suyo, con propuestas gráficas muy elaboradas, más cerca del diseño gráfico que del dibujo técnico.
Tampoco fue capaz de exponer públicamente las virtudes del proyecto, pese a que siempre gozó de todo el apoyo institucional y de todos los partidos políticos.

Continuará